viernes, 18 de octubre de 2013

Lorca.

Federico García Lorca.


Este poeta español, miembro de la mítica Generación del 27, es el mayor referente de la literatura española del siglo XX. También escribió numerosas obras de teatro, género en el que también se lo considera autoridad e ícono del siglo pasado, destacándose Bodas de sangre y La casa de Bernarda Alba. Fue asesinado en Granada durante la Guerra Civil Española por su condición de republicano y homosexual. 




Ciudad sin sueño


No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie. 
No duerme nadie. 
Las criaturas de la luna huelen y rondan sus cabañas. 
Vendrán las iguanas vivas a morder a los hombres que no sueñan 
y el que huye con el corazón roto encontrará por las esquinas 
al increíble cocodrilo quieto bajo la tierna protesta de los astros. 


No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie. 

No duerme nadie. 
Hay un muerto en el cementerio más lejano 
que se queja tres años 
porque tiene un paisaje seco en la rodilla; 
y el niño que enterraron esta mañana lloraba tanto 
que hubo necesidad de llamar a los perros para que callase. 



No es sueño la vida. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta! 

Nos caemos por las escaleras para comer la tierra húmeda 
o subimos al filo de la nieve con el coro de las dalias muertas. 
Pero no hay olvido, ni sueño: 
carne viva. Los besos atan las bocas 
en una maraña de venas recientes 
y al que le duele su dolor le dolerá sin descanso 
y al que teme la muerte la llevará sobre sus hombros. 



Un día 

los caballos vivirán en las tabernas 
y las hormigas furiosas 
atacarán los cielos amarillos que se refugian en los ojos de las vacas. 



Otro día 

veremos la resurrección de las mariposas disecadas 
y aún andando por un paisaje de esponjas grises y barcos mudos 
veremos brillar nuestro anillo y manar rosas de nuestra lengua. 
¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta! 
A los que guardan todavía huellas de zarpa y aguacero, 
a aquel muchacho que llora porque no sabe la invención del puente 
o a aquel muerto que ya no tiene más que la cabeza y un zapato, 
hay que llevarlos al muro donde iguanas y sierpes esperan, 
donde espera la dentadura del oso, 
donde espera la mano momificada del niño 
y la piel del camello se eriza con un violento escalofrío azul. 



No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie. 

No duerme nadie. 
Pero si alguien cierra los ojos, 
¡azotadlo, hijos míos, azotadlo! 



Haya un panorama de ojos abiertos 

y amargas llagas encendidas. 



No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie. 

Ya lo he dicho. 
No duerme nadie. 
Pero si alguien tiene por la noche exceso de musgo en las sienes, 
abrid los escotillones para que vea bajo la luna 
las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros.


Muerto de amor


¿Qué es aquello que reluce 
por los altos corredores? 
Cierra la puerta, hijo mío, 
acaban de dar las once. 
En mis ojos, sin querer, 
relumbran cuatro faroles. 
Será que la gente aquélla 
estará fregando el cobre. 



Ajo de agónica plata 
la luna menguante, pone 
cabelleras amarillas 
a las amarillas torres. 
La noche llama temblando 
al cristal de los balcones, 
perseguida por los mil 
perros que no la conocen, 
y un olor de vino y ámbar 
viene de los corredores. 



Brisas de caña mojada 
y rumor de viejas voces, 
resonaban por el arco 
roto de la media noche. 
Bueyes y rosas dormían. 
Solo por los corredores 
las cuatro luces clamaban 
con el fulgor de San Jorge. 
Tristes mujeres del valle 
bajaban su sangre de hombre, 
tranquila de flor cortada 
y amarga de muslo joven. 
Viejas mujeres del río 
lloraban al pie del monte, 
un minuto intransitable 
de cabelleras y nombres. 
Fachadas de cal, ponían 
cuadrada y blanca la noche. 
Serafines y gitanos 
tocaban acordeones. 
Madre, cuando yo me muera, 
que se enteren los señores. 
Pon telegramas azules 
que vayan del Sur al Norte. 
Siete gritos, siete sangres, 
siete adormideras dobles, 
quebraron opacas lunas 
en los oscuros salones. 
Lleno de manos cortadas 
y coronitas de flores, 
el mar de los juramentos 
resonaba, no sé dónde. 
Y el cielo daba portazos 
al brusco rumor del bosque, 
mientras clamaban las luces 
en los altos corredores
.

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